sábado, 20 de agosto de 2016

Schúbert en tu piano

Young woman at piano, Julius Leblanc Stewart.

Desmayos de mariposas
en las rosas,
arrogantes lirios albos que se inclinan de tristeza,
catarata de recuerdos, de perfumes, de auras suaves,
de suspiros olorosos escapados de jardines
señoriales;
más sutil que la caída del jazmín y del rocío, que el idilio de las hadas,
y el ensueño de las aves
bajo el velo verdioscuro de los viejos naranjales;
mil nostalgias que se citan dentro del alma, de las íntimas congojas
que acribillan de pesares...
Asimismo:
luz ambigua de la "boheme" luna incierta,
que se filtra en lo más hondo de mi abismo;
languideces de violetas que están pálidas de sueño sobre el púber
pecho níveo de una muerta...
Asimismo, "Serenata de perfumes", la de Schúbert;
los recuerdos que se agolpan, los suspiros desgarrados;
y perfumes de otros tiempos para siempre ya perdidos;
el sollozo puesto en solfa con la música del ruego;
los fantasmas que se mueven de los sueños más queridos;
los anhelos que reviven en las chispas armoniosas del teclado;
¡insepultas ansias muertas que una a una resucitan!
Juveniles esperanzas saturadas de fragancia de azucenas,
que aun palpitan
en las hondas puñaladas de las penas
que dejaron en el alma los propósitos frustrados;
suaves ondas de armonía
con que vuelan las sonoras aves blancas del ensueño,
titilantes aves puras, primogénitas del día,
que alientan la esperanza de la audacia y del empeño.

...Y una sombra que se acerca,
cuyo rostro no olvidamos tras los años todavía.
¡Oh! la amada que soñábamos llamarla "siempre mía"
y ha bajado hasta la tumba con el beso prometido
sobre el labio, de capullo bendecido:
¡Oh! la muerte que, celosa, lo más puro y lo más caro de los sueños arrebata.
¡Oh! ¡la luna, "boheme" blanca,
soledad, viudez de plata!...
Serenata evocadora
de las góndolas de nieve, do viajaban las desnudas ilusiones,
con velámenes de espuma, remos rosa hechos de aurora,
y cantaban las canciones de las flores y la flor de las canciones.
¡Serenata evocadora de ternuras,
de más dulces horas dulces que se fueron con los goces florecidos,
de crepúsculo enredado por los glaucos olivares,
y gaviotas que agonizan en las peñas de los mares,
y sollozos de cautivas esperanzas,
y hambre y sed de lontananzas...!
Auras frescas, que despeinan,
en la espera inenarrable de sus pálidos amados
cabelleras olorosas de princesas pensativas
y fecundan a las almas de mil ansias redivivas:
un amor a lo imposible que florece en las brumosas lejanías
de albos tules;
una música de aromas en los clásicos jardines
de purpúreas clavellinas y campánulas azules,
de nevados floripondios y jazmines...
Todo eso,
virgen mía, tiene un tibio dolor viejo
con olores de algún beso
deshojado, allá en la infancia, cierta lila tarde mustia;
Schúbert llora;
se arrodilla, ruega, implora,
se revuelve por la sala, sobre sábanas de angustia
desgarradas en jirones a los golpes de tu mano,
¡qué divino loco humano!
¡Mas no toques, virgen mía, que algo sufre, que está enfermo!
¡que padece un dolor yermo
tu piano, tu piano...!

                                                            Villarrica, 1918.

viernes, 19 de agosto de 2016

Magdalena eterna

Magdalena, Andrea Vaccaro.

¿Quién  es  esa  mujer, hermano mío,
de quién hablas temblando de coraje,
por  quién  sufres  luminoso desvarío
y   padeces   por   ella   todo  ultraje?
¿Quién   es   esa   mujer?
cuyo    amor     doloroso
te  vuelve  más hermoso
de       tanto       padecer,
la que con luz de estrella
tu    senda    oculta   lava
y  de  la  que,  por  bella,
el     infame    se    alaba.
¿Quién    es   esa   mujer?
Ella  ama  a  los  varones  perseguidos,  no  vencidos  ni  en  los negros reductos de la suerte:
la   eterna   Magdalena   de   los   dulces   y   serenos  Nazarenos  de  amor,  de  rostro  triste;
la  que  ama  a  los  soldados  mutilados,  de  la  luz  y  de  la  vida,  más fuertes en la muerte,
que en los flancos, presentan como rosas sus gloriosas heridas, en señal de heroico embiste...
-Por eso en ti se ensañan: te blasfeman, te maldicen los que nunca, ya nunca han de vencerte:
Es   ella   hermano   mío
por  la  que  sufres tanto;
de   águila    es   tu   brío
y  es   de  león  tu  llanto
cuando   de   tu   querida
los   infames   se   alaban
y   emponzoñan  tu  vida,
mordiéndola  de  envidia
y   nunca,  nunca  acaban
su      oficiosa     perfidia.
A    tu   amor   imposible
los   Judas  ponen  precio,
la     integridad    punible!
Deja       Pilatos      necio:
te       azuzarán       jauría,
te   alzarán    en   la   cruz
como    a   Jesús   un   día
por     profesar     la    luz:
manantiales              rojos
las    lanzas    te    abrirán,
te     sacarán     los    ojos,
ya   los   cuervos   están...
Hermano     mío,    espera
la   hora   de   la  tormenta
la   piedra   que  oprimiera
tu    cuerpo    por    afrenta
tu       Amada      aventará;
ya   ha   de   venir   el   día
de     la     justicia,     lenta,
muy   lenta,   mas  vendrá;
en  tanto,  siempre  espera
tu     imposible    Princesa,
y    alza    negra    bandera
sobre        la        Fortaleza
de          tu         serenidad:

Oh   hermano,   tú   amas   la   libertad.

En voz honda

Elizabeth Ridgely with a Harp, 1818. Thomas Sully.

Joven paraguaya, cantora hechicera,
canta tu cantar,
tu canto perfuma vieja primavera;
canta tu sinuosa, doliente habanera,
que quiero soñar.

Es dulce la noche de luna empapada.
Bajo el naranjal,
la cantora joven toma el arpa amada.
Canta, y se deshace su voz perfumada
cual limpio raudal.

Canta que es tu canto como un balanceo
de olas en el mar.
Cuando en la habanera te escucho y te veo,
se nutre mi vida de un dulce deseo
de sufrir y amar.

Entre los suspiros de las cuerdas finas
rezonga el bordón.
Canta, mi morena, canciones divinas,
quiero que se hundan, sonoras espinas,
en mi corazón.

Paraguaya joven de ojos de diamante:
¡canta sin cesar!,
El arpa suplica con voz sollozante.
Canta, y que tu canto guaraní fragante,
me haga suspirar.

Tengo la inquietante vaguedad del viento,
cuerdas: ¡sollozad!
que quiere sentirse más loca un momento
mi alma vagabunda, yo que vivo hambriento
de la inmensidad!

Que me duele el alma, paraguaya mía,
canta tu cantar;
-en remansos claros fluye la armonía-
canta la más triste, la canción impía
que hace sollozar.

¡Necesito el llanto! El miedo, el espanto
que dejó el azar
en mi vida, sólo se alivian con llanto:
canta, paraguaya, tu más triste canto,
que quiero llorar.

Cantora morena de arpa melodiosa:
canta más y más,
que me duele el alma vagabunda, y goza
sólo con tu canto de brisa olorosa,
¡no calles jamás!

Canta y llora y canta la canción impía
que hace padecer;
llora como el arpa llantos de armonía,
llora una azul gota, paraguaya mía,
que muero de sed.

                                                             Villarrica, mayo de 1917.

miércoles, 17 de agosto de 2016

La amarga plegaria de unos labios en flor

Death of marat. Jacques-Louis David.

Dejadme, mis amigos, solo con las estrellas;
necesito de calma, de paz, y necesito 
que se nutra mi espíritu de amor y de infinito,
solo, con las estrellas, bajo la noche azul:
no me busquéis, os ruego, dejadme. No quisiera
mis cantos y suspiros que recojáis del viento,
porque podrán mis versos, con su fatal aliento
empañar la alborada de vuestra juventud.

¡Dejadme solo, solo! Yo soy aquel que un día,
ritmaba estrofas de oro, de sueño y primavera,
brindando por el Arte, la Vida y la Quimera,
sentado entre las dulces princesas del placer;
ya soy, ahora, el hijo del mundo con el alma
pálida y afligida; mis sueños juveniles
se fueron con mis veinte ya difuntos abriles,
y aquellos frescos años jamás han de volver.

Mis ilusiones fueron claroscuras gaviotas
que volaron un día rumbo a playas remotas,
en bandadas alegres, para no volver más;
eran locas y audaces errabundas del cielo,
y habrán muerto ¡quién sabe! de ansiedad y de anhelo
con la sed infinita de beber cielo y mar.
  
Sobre mi joven frente se ve la enorme marca
del destino, y el rostro tiene la prematura
gravedad tragicómica que le dio la amargura
al pasar por la sucia callejuela del mal.
Sutil hipocresía: me esfuerzo a ser risueño,
a ahuyentar la tristeza... cuando sufro y de noche
se me acerca el fantasma del cadáver de un sueño
insepulto y mal muerto que no puedo olvidar.

Mi carne pecadora ya tiene las señales
profundas de la vida; las injurias del mundo
me acribillan feroces con sus siete puñales,
por eso, mis amigos, quiero que huyáis de mí;
mil veces pasmada está la sangre de mis venas
por el glacial espanto de la miseria humana,
y en mi jardín fragante las blancas azucenas,
moradas las ha vuelto mi invierno juvenil.

Mi juventud es como si fuera una virgen pálida
apoyada en la lira, donde duerme una estrofa
inmortal, aún en forma de armoniosa crisálida
que algún día, ¡tal vez nunca! mariposa será;
virgen pálida y sola ¡juventud! mi tesoro:
con un ala de cisne desplegada hacia el cielo,
en la orilla te espera dulce góndola de oro
y... una rubia sirena canta en medio del mar.

He de alzar como hostia mi corazón, sangrante 
de tremendas heridas, hasta la Estrella pura
del amor y del arte que en mi noche fulgura,
porque se lave al beso de sus labios de luz...
Dejadme, mis amigos, necesito de calma,
de silencio, que el mundo me olvide, y necesito
estar solo, muy solo, de cara al infinito
con todos mis dolores bajo la noche azul.

He caído tres veces –-golondrina vencida-
en los irresistibles brazos de las adúlteras
delicias luctuosas, deshojando mi vida
como una enorme rosa, llena de juventud. 
Yo, pecador, confieso que llevo en carne el signo
de cilicios profanos, y después de los besos
impuros de este mundo, que mi labio es indigno 
de nombrar a mi amada, ni posarse en la cruz.

La sonrisa perversa de Satán en mi savia
fluye, y bajo mi lengua quema con su delicia
el beso voluptuoso de la serpiente sabia
que me clava profundos sus ojos de rubí:
soy tan impuro y malo. ¡Con el corazón lleno
de infinita tristeza, murmuro en los crepúsculos
con los ojos cerrados: “Yo quiero ser más bueno,
Señor mío Jesucristo, no te olvides de mí”!

                                             Villarrica, mayo 1917.

Comunión

Tristan and Isolde. Hughes Merle.

Bien amada sedeña: ven conmigo; la siesta
está con sus colores como un rosal en fiesta.
Ven, amada: desnuda tus pies como de aurora
y... vamos a la sombra de la selva sonora.

Vamos junto a la peña donde ha tomado asiento
el indio pensativo que murió de tormento.

Tengo hambre de los dulces milagrosos beleños
que la miel aromada de tu lengua me enseña;
deja que sobre tu hombro, como un fardo de sueños
incline mi cabeza, bien amada sedeña.

Ambularemos juntos como dioses perdidos,
bajo los naranjales y las lianas en flor,
rondaránnos por guardia las pintorescas fieras,
y esponjarán la cola, y rugirán de amor.

Eres nota y perfume de mis grandes tristezas,
de la luz de tus ojos son mis ojos avaros...
Siéntate en esta peña, te diré mil bellezas
que en el siglo no han dicho los poetas más raros.

Ambula, amada mía, bajo la oliente fronda
la sombra pesarosa de un Mariscal vencido,
y como si sintieran veneración tan honda,
a su paso se inclinan los laureles, sin ruido.

Guaraní melancólico de la fama perenne,
se arrodilló a la Luna junto a la misma peña...
y acarició la raza bajo el "tayí" solemne,
no sé qué sueños de oro, bien amada sedeña.

Sobre esta verde grama y estos dorados yuyos,
inconsolable un día se arrojó Urutaú
llorando; la de los ojos negros como los tuyos
y muslos armoniosos; única, como tú.

...............................................

Vamos a la caverna do las estalactitas
son lágrimas serenas con que las rocas lloran
su gran dolor de siglos, y donde tus benditas
hermanas invioladas, las hadas blancas, moran.

Y oficiemos la misa, que ha callado hasta el viento
para darnos oído. Que tu boca hecha flor
sea el cáliz divino, perfumado y sangriento,
y por mí y por el indio que murió de tormento
dame, amada, tu pura hostia pura de amor.

                                              Paseo, 1916.

Notas:

Tajy (tayí): Lapacho.

Urutaú: Leyenda Guaraní. Ñeambiú (hermosa india guaraní hija del cacique) convertida a su vez en Urutaú, elije la rama más vieja y deshojada de aquellos sauces para llorar eternamente su desventura por la muerte de Cuimbaé (a quien Ñeambiú correspondía con idéntica vehe­mencia el cariño hondo y apasionado).

martes, 16 de agosto de 2016

En el belvedere

Victorian lady, Brenda Burke.

Fue una noche asuncenamente bella: fingía
desmayos de ternura por mi corbata gualda.
Verlaine, dentro mi copa de ajenjo, sonreía
con una irresistible sonrisa de esmeralda.

Lloraban dos violines. Cien princesas había
en el café sentadas. Entró una, de espalda
tersa como la luna; radiosa geometría
me hizo soñar de paso su voluptuosa falda.

A unos metros escasos, la joven tomó asiento
y desde bajo el ala de su sombrero rosa
me miró y dio el perfume de una sonrisa al viento.

Bebí mi ajenjo, y luego, temiendo me avasalle
aquella tentadora sirena luminosa,
corazón en la mano me refugié en la calle.

                                                          Asunción, marzo 1916.

Alabanza

Pavonia, 1859. Lord Frederic Leighton.
                                        
                                                            A Iluminada

En un álbum, escribe en cuartetas
su florida alabanza el poeta,
a la virgen de ojeras violetas
y de rostro de rosa mosqueta.

-Tu pupila atesora y la enluta
la nostalgia de tu alma impoluta:
tu pupila, que finge una gruta
secular, de la noche absoluta...

Del lejano país del cariño
donde mora el flechero dios-niño,
vinieron dos palomas de armiño
a hacer nido bajo tu corpiño...

La brisa tus guedejas desata
por tu pálida nuca de plata
que es, a modo de una luna llena,
sueño, azucena...

Y una grata delicia que mata,
sangra de esa tu boca escarlata:
¡quién sufriera la dulce condena
de morir de su miel que envenena!

Quién pudiera bajar a la gruta
secular de tus ojos, que enluta
el misterio, a llevar la impoluta
claridad de una gloria absoluta.

Y pudiera pedirte la alhaja
oriental de tus ojos, que cuaja
negra luz en diamantes y raja
las tinieblas... pedirte en voz baja,

sin temor a la fina acechanza
de Cupido, que aguza una lanza
y se embosca, por ver si no alcanza
dar oído a la grata alabanza.

                                                     1919.

domingo, 14 de agosto de 2016

Jamás

Rostro femenino al óleo. César Santos.

Princesa de ojos negros con un fulgor de acero,
que en mi cielo custodias una estrella de fe:
me aguardarás tres meses, un año, un siglo entero,
¡eternamente! En vano, que ya no volveré.

¿Recuerdas la partida del pálido viajero
con su morral de ensueño que para siempre fue?
Moría el blanco cirio del último lucero
de aquella azul mañana que nunca olvidaré:

Era el último instante de nuestros dulces días,
de nuestros caros sueño... Albina: no sabías
que sin volver a vernos, "por siempre", cerrarás

aquellos ojos negros con un fulgor de acero,
que has clavado en el alma del pálido viajero,
que partió una mañana para volver... jamás.

Villarrica, 1916.

Sonata blanca

Sonata, 1893. Frederick Childe Hassam.

(A modo de Rubén)

                                                                        Al autor del libro "Paraguay"
                                                                                             W. Jaime Molins. 

Detrás de las cumbres nevadas, sonríe 
en ópalos suaves el alba invernil 
y sobre su frente de novia, deslíe 
sus últimos besos lucero de abril. 

De noche, el Invierno, poblado y floresta 
de cal y ceniza se puso a cubrir, 
por eso la aurora, vestida de fiesta, 
recoge sus enaguas viniendo hacia aquí. 

Rompe la mañana su níveo capullo 
de lirio y de novia... Allá en el confín 
del campo escarchado, teoriza en orgullo 
su limpia realeza, de pie, un "güyratĩ". 

Flotan en el viento jirones de nieblas,
velos desgarrados de invierno senil; 
de sonatas dulces el naranjal puebla 
"Corochiré" arpado que delira en "mí". 

Un potro nevado retoza en la loma 
a imagen de un sueño brioso y viril 
y... blanca en el cielo, pasa una paloma 
cual fuese el suspiro de un nardo infeliz. 

Con un vaporoso turbante de lino 
la vieja montaña recuerda un emir; 
un tono impoluto, pascual y divino, 
ha todo cubierto de un terso barniz. 

Una moza, bella como el día naciente, 
con su rumorosa falda "broderie" 
magnífica y pura llega de la fuente 
portando agua clara dentro de un "cambuchí". 

Después de haber puesto sobre su corpiño 
cual joya olorosa la flor del "pirí", 
junto al veterano de barbas de armiño 
sentada, entreteje su albo "ñandutí". 

El viejo recuerda -oh, viejo felino- 
que un día la Alianza llegó a su cubil; 
recuerda del bravo cachorro argentino 
con quien se batiera sobre "Tuyutí". 

Feroz fue ese tigre. Lo saben, por cierto, 
los pumas tostados del pardo Brasil, 
y los uruguayos le han visto cubierto 
de gloria, durante cinco años de lid. 

En tanto, la joven con su prodigiosa 
mano que parece de viejo marfil, 
imita a la araña de tela radiosa, 
tejiendo adorable labor guaraní. 

Y la joven sueña. Sueña un caballero 
como el sol hermoso, que habrá de venir 
de lejos, en blanco, veloz parejero, 
a largo galope por campos de brin. 

Y enhebra y dibuja sus propios ensueños 
en la telaraña de pompa sutil, 
¡vaporoso encaje de versos sedeños, 
pompón de suspiros, eso es "ñandutí"! 

El sol ya ha disuelto la diáfana escarcha 
que creara en silencio de plata un Ofir; 
fue el hielo y se queda después de su marcha 
llorando diamantes la selva sin fin. 

                                                       1918.

Notas:

Guyratĩ (güyratĩ): Garza blanca.

Korochire (corochiré): Es la variedad de color amarronado del havía (zorzal), en éste caso, el zorzal criollo. La otra tiene color grisáceo. Su silbo imita onomatopéyicamente su nombre: korochire, korochire... y canta constantemente, en diversos tonos, hasta por las noches, sobre todo en primavera.

Kambuchi (cambuchí): El cántaro en lengua guaraní. El ñai`û (barro negro) es la materia prima que moldeadas por las manos Iteñas, forman al cántaro, o Kambuchi, objeto que persiste desde la época franciscana, primeramente como fin utilitario, ahora en varias formas, tamaños y brilla al son de la Galopera, triunfante en la cabeza de las damas.


Pirí: Junco. Leyenda guaraní que cuenta que Pirí era una india joven y bonita. Según cuentan los guaraníes, nació el junco, la utilísima planta acuática a la que llamaron Pirí en homenaje a la bella indiecita.

Ñanduti (ñandutí): (voz guaraní, generalmente traducida al español como tela de araña) es un encaje de agujas que se teje en bastidores en círculos radiales, bordando motivos geométricos o zoomorfos, en hilo blanco o en vivos colores.


Tuyutí: Batalla de Tuyutí fue un enfrentamiento armado entre las fuerzas paraguayas contra las aliadas en el marco de la Guerra de la Triple Alianza.


jueves, 11 de agosto de 2016

Aromas

Love suite, Pino Daeni.

Vayan a tu boca de ánfora sangrienta,
en busca de mieles y perfumes santos,
cual pobres abejas en legión sedienta...
...Vayan a tu boca mis rosados cantos.

Del Sol hija rubia que bajó del cielo
y en las avenidas del soñar te pierdes:
me clavan tus ojos de un color de anhelo
con sus adorables puñaladas verdes.

Eres la habitante de mi mar sonoro
entre las espumas de sus tumbos tersos,
sirena que peinas tus guedejas de oro
tras las ondas claras de mis claros versos.

Rielando en las aguas las pálidas lunas
que bordan paisajes, visión de estambules,
o bien, sobre espejos de quietas lagunas,
Venecia encantada soñando entre tules...
...he visto en tus ojos de abismos azules.

Ojos siempre aguados, ojos oceánicos,
y en ellos tus vastas pupilas marinas;
parece que habitan tus ojos germánicos
del Rhin las danzantes desnudas ondinas.

Porque tienen algo de mar y de cielo
yo llamo a tus ojos: ojos estambules;
porque me parecen de un color de anhelo,
bendigo tus ojos de abismos azules.

Porque no lograron más insignes curvas
lloran en tus formas los buriles griegos.
...Yo, mis ojos temo, cuyas luces turbas,
de mirarte tanto que se vuelvan ciegos.

                                                                 Asunción, octubre de 1915.

El maestro

Stella Mezzadri.

Sobre la obscura loma y en el seno baldío
de la noche, el maestro prendió lumbre de amor;
las tristes mariposas del sueño y del hastío
llegaron una a una sedientas de fulgor.

De pulsaciones áureas, sobre la obscura loma
su lámpara era como corazón del capuz...
y a los pies del maestro cayóse una paloma
que extraviada anduvo por la noche sin luz.

A poco, muy cansada, llegó una cierva, mansa
perseguida en su fuga de incógnito pavor,
y que viera en la loma la encendida esperanza
con que velaba a solas el Sabio del amor.

Después, los hombres vieron que en el seno baldío
de la noche, el maestro levantaba su luz
y en el alba, los hombres ateridos de frío,
clamorosos llegaron en loca multitud.

Desventurados hijos de la noche: al más pobre
de los pobres mortales -les dijo- ¿qué pedís?
-El misterio nos pasma con su humedad salobre
y de miedo y de frío nos venimos a ti.

El piadoso maestro, desgarrado de pena,
en voz bajo murmura: Es tan grave el dolor
de vivir en tinieblas que el misterio envenena,
pero el que dan las luces es diez veces mayor.

                                                             1919.

La amada inefable

Rapunzel, Aaron Miller.

Salí al mundo una noche con el grito en los labios
a llamar por los vientos al amor de mi vida;
pregunté, y no la han visto centinelas ni sabios,
¡oh mi amada esquivosa! ¡oh mi amada prohibida!

Luna pálida y sola: tú que pasas en vela
sobre el mundo, ¿no has visto la que busco y anhelo?
-Ruiseñor: tú que eres del amor centinela,
                                  ¿no la has visto?
                                                           -Nada.
                                                                      ¡Vacío era el cielo!

La busqué en el poblado, la busqué en los desiertos,
entre todos los hombres y entre todas las fieras;
¡la he soñado diez años con los ojos abiertos!
¡Oh mi amada remota, de innombradas riveras!

Después... ya muy cansado, volvíme a casa, triste;
bajé dentro mi alma como en un gran abismo
y oí su voz: "soy tuya, mas nunca lo supiste".
La he buscado en los astros y Ella estaba en mí mismo.

                                                                                  Asunción, abril 16 de 1918.

El bohemio

Writing by candle light background.

Como una visión blanca que pasa sin ruido,
vaga toda la noche por la calle desierta
abrazado al fantasma de su sueño perdido;
o, con velas hurtadas a necrópolis yerta,
amanece sentado, junto al blanco, al querido,
insepulto cadáver de una esperanza muerta.

Es obrero en la mina luminosa del arte,
en la mina bendita do llegó miserable;
lleva flecos del alma por nevado estandarte
arrastrando glorioso su bohemia adorable.

Se le inunda de sangre su pupila lejana
con la fiebre incurable de su cáncer interno...
En su huerto apolíneo Primavera es sultana
y el nardo de su alma no ha besado el invierno.

En los infaustos días, cuando el hambre asesina,
entre el párpado hinchado de no dormir, semeja
incrustada esmeralda su pupila aquilina,
su pupila, que a veces de fiebre se abermeja,
cuando con el fantasma de su sueño perdido
vaga toda la noche por la obscura calleja;

o, con velas hurtadas a necrópolis yerta
amanece, juntando como un ramo florido,
versos blancos y lilas, para el blanco, el querido
insepulto cadáver de una esperanza muerta.

                                                                         Mayo 13 de 1915.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Delirio de pizzicato

Evening repose, Pino Daeni.

                                                                        A la niña de mi niña.

Serenata grata, 
mi verso perverso 
preludia en tu puerta. ¡Despierta, mi amor! 
El encanto canto 
de la bella estrella 
que con su luz baña tu pestaña en flor. 

A la rosa hermosa 
tu mejilla humilla, 
que no habrá cual ella bella en el jardín; 
¡qué linda la guinda 
de tu boca loca 
para golosina, divina y carmín! 

Si ríes, deslíes 
perlada cascada 
y oloroso ungüento, al viento al pasar; 
tesoro sonoro: 
¡tu risa! la brisa 
lleva en serpentina fina, sin cesar. 

En su canto un tanto 
delira la lira 
por darte su ignota nota mi sentir. 
¡Despierta! en tu puerta 
clama quien te ama. 
¡Sellada, esculpida vida, tu vivir! 

Piensa tu inmensa 
pupila tranquila 
en un país vago de halago y canción. 
Y sigue, persigue 
vuelo de un anhelo 
tu vista serena, llena de ilusión. 

Tu pecho se ha hecho 
con pomas de aroma: 
¡oh las dos manzanas sanas del amor! 
Escultura pura, 
norma de la forma: 
¡tu cuerpo! armoniosa rosa blanca en flor. 

La llave suave 
que abra a palabra 
tu portón prohibido, pido que me des; 
que entre y encuentre 
reposo, alborozo; 
que a probar tu uva... me suba después. 

Tu parra, se amarra 
con lazos de abrazos, 
maduros racimos de mimos, tu ardor! 
El vino divino 
de tu viña, niña! 
es más que la muerte fuerte de sabor! 

                                                             1918.

Serenata

Violín, Julia Tarragó.

Es como divagaciones del "Nocturno" de Chopín.
En su idioma cristalino conversan los surtidores.
Hacen concierto de aromas en fiesta todas las flores
y ebrio de luna y tristeza medita y sueña el jardín.

En la olorosa penumbra vagan suspiros de amores,
donde constelan nevadas estrellitas de jazmín,
y en la ventana, con largos trémolos desgarradores,
a la piedad de unos ojos suplica amante violín.

Sueña hasta la misma luna con la dulce serentata
y en el cristal del estanque, duermen sus hebras de plata;
sólo algún gallo distante cuelga su clara canción...

El viejo violín enfermo llora bajo la ventana
con su lágrima sonora, que en el tímpano desgrana,
cayendo en gotas de oro muy dentro del corazón.

Ermelinda

Classical Beauty, John William Godward.

Tiene algo de nácar tu sien sibilina
en su ensimismada palidez de cirio;
tu boca me es santa porque purpurina
finge la candente flor de mi maritrio.

Tras de la sedosa crespa de tus rizos
albea tu regia frente marfileña,
y es como tras nube singular de hechizos
una media luna que medita y sueña.

Tu cuello y garganta de cisne preclaro
en su albura tienen la canción del hielo
y son tus pupilas: de un divino avaro
milenarios cofres donde guarda el cielo.

Empapa tus crenchas áureas y finas
con estos mis versos de perfume a lirio.
Besa con tus labios: cintas purpurinas,
pétalos candentes: flor de mi martirio.

                                                               Setiembre 18 de 1915.

martes, 9 de agosto de 2016

Saudade

Pareja de cisne en un lago.

Es ésta la hora sacra. De una hemorragia ha muerto
el sol. Tramonto sufre de una nostalgia astral:
tengo en la mano el libro de mi tristeza abierto,
voy a escribirte un tenue verso sentimental:

murmura una plegaria, por la sed del desierto,
el arroyo en su idioma de sonoro cristal;
las hadas están tristes; hay arpas en concierto,
como almas que sollozan debajo del sauzal.

En el azul estanque mi pensamiento juega
tras el intacto témpano del cisne que navega,
y un pico dentro el pecho hace su excavación;

                            -Cavador, dí, ¿qué cavas?
                                                                     Y oigo una voz que dice:
-"Desentierro el cadáver de nuestro amor a Alice,
astro que vive muerto dentro tu corazón".

                                                        Noviembre 18 de 1915.

Canción de ensueño

Mujer lira.

                                                                   A Manuel Gondra

El verso puro de fragancia suave
con un desmayo sensual me gusta;
mezclo en mi canto la canción del ave
con la del bosque de cadencia augusta.

De noche en mi jardín, hace retreta
parlero surtidor, perlas en fiesta,
y el nardo y el jazmín y la violeta
preludian, muda, una olorosa orquesta.

En mi ventana abierta junto al cielo
y llena de un azul de lontananza,
vienen querubes a cantar, en vuelo,
una inmortal canción a la esperanza.

Algún fracaso de mi buena suerte
bendigo por el bien; nunca me asusta
que el beso frío de la misma muerte
halle en mis labios la canción robusta.

Seda de ensueño que bordé, de viaje
por el imperio azul de la quimera,
son mis estrofas; se dijera: encaje
de tibios besos en mi primavera.

La flor sangrante del martirio llevo
puesta en mi ojal sobre mi pecho izquierdo,
y así, soñando con un canto nuevo,
entre la espesa multitud me pierdo.

Canta la abeja en el vergel florido
empapada de miel y polen tibio;
yo, que soy del dolor fatal ungido,
hallo en la estrofa mi mayor alivio.

Bajo mis sauces de canción doliente
vive una virgen beatitud pagana;
el mundo necio, la creerá serpiente,
una serpiente de cabeza humana.

Ebria gaviota sobre el mar en vuelo,
sobre París y sobre Grecia avanza
audaz y lírica, esa es mi anhelo:
¡loca gaviota que a la mar se lanza!

La frente al sol y con la herida al viento
paso cantando indiferente al premio,
vive en mis labios, con mi propio aliento,
la rubia estrofa de un marqués bohemio.

¿No matarán las nieves tantas flores
que ha alimentado la locura mía?
¿Y mis vigilias, como mis dolores,
daránme tiempo y sueños todavía?

Mi juventud parece que ya mengua
y aun duerme intacta la secreta lira,
la palabra inmortal calla la lengua
y atrás la noche contra mí conspira.

Lento maduran del ideal los frutos.
¡Hombro mío: tu cruz carga y soporta!,
que en el dolor son vastos los minutos
y para el Bien, la vida siempre es corta.

Ignoro el metro y la cadencia loca
para la estrofa melodiosa y trunca
que hay en mi boca y morirá en mi boca,
porque su ritmo no he de hallar ya nunca;

Porque no tenga mi canción acento
no espere el mundo que me desespere,
a impulsos de alas viajaré en el viento
y he de ser cisne que cantando muere...

                                                                           Asunción, abril 28 de 1916.

lunes, 8 de agosto de 2016

Ofrendaria

Félix Mas.

                                                                         A Anselmita*

Perdona, señora: la culpa no tiene
la alondra que canta, la tiene la aurora:
tú tienes la culpa: a este que viene
trayéndote estrofas, perdona, señora.

Ya antes te he visto tras sueño lejano
y anoche en el teatro con fe y devoción
tomaba, señora, con mi propia mano,
para que no caiga de mí, el corazón.

Ilusoria y blanca del auto al bajarse
talmente fingías una joven diosa...
Crujió mi rodilla de ansias de doblarse:
era que pasabas, astral, luminosa.

Con aire de cisne que boga en un lago
pasaste gallarda, princesa u ondina,
tus ojos tenían visiones de mago
bajo tu sedosa pestaña divina.

¿Juntó Geometría, la nieve y el lirio,
para hacerte el cuerpo, y un poco de aurora?
Serpentino cuerpo de perfume asirio,
¡bendito mil veces! Perdona, señora.

Ya daban las doce, yo creí temprano,
tú nada sabías de mi devoción:
tomaba, señora, con mi propia mano,
para que no caiga de mí, el corazón.

                                                                 Asunción, Octubre 1915.

*Cuenta la historia que en una noche primaveral de 1915, Anselmita Heyn fue coronada como la más atractiva de un concurso de belleza. Manuel Ortiz Guerrero, quien dedicó a Anselmita este poema, se encontraba en aquella memorable ocasión.

Claro lunar

Still here, Sarachmet.

I

En el ámbar disuelto del limpio plenilunio
-palidez de amor e infortunio-
ha mojado sus alas la noche transparente
y el dulce centelleo del lucero de junio
recuerda la mirada de una querida ausente.
Por la senda florida de infinita frescura
-¡oh jardín de la vieja ventura!-
vaga una niña sola que con manos radiosas
lleva un "bouquet" fragante... Es la espectral figura
del recuerdo, que suele de noche cortar rosas...
Del pretérito insomne surge un lirio sin dueño,
-infeliz marqués del ensueño-
misterioso, impoluto bajo la noche ambigua.
¿Quién duda que es el alma de un olvidado sueño
que hoy satura el ambiente de su nostalgia antigua?

II

De no dormir ya enferma, errante por el cielo,
-¡oh cruel, sin par desconsuelo!-
la princesa nocturna de pálida aureola
esparce los topacios lívidos del anhelo,
madona nocherniega, mística, triste y sola.
A la alta media noche desgrana evocadora
-¡canta, viola; guitarra, llora!-
como un collar de perlas su vals la serenata
con el llanto de oro de la flauta sonora,
tal vez en la ventana de una mujer ingrata.
La luna pone un beso sobre el sonoro puente
-milagrosa caja que siente-
y el violín solloza por el amor de un día,
que ha florecido ¡apenas! un albor solamente,
para morir soñando como la vida mía.

III

Entra un chorro de luna por la ventana abierta
-lividez lilial de una muerta-
a cuajarse en el fondo del embrujado espejo,
que en sus marcos mohosos de súbito despierta
como un colosal ojo que me mira perplejo.
Me mira... nos miramos, profunda y mansamente
-solitario cristal que siente-
en la paz misteriosa de la desierta sala,
y siento que, de tanto mirarle frente a frente,
por mi cara una gota, como un astro, resbala.
En el espejo licua la luna rubio encanto
-silencioso, lívido llanto-
y unas mujeres pasan por su solitario abismo
con nardos sobre el pecho, vestidas de amaranto...
El embrujado espejo que miro soy yo mismo.

Promesa en flor

Die Perle des Harems, Charles Wynee Nicholls.

Mas, volverá algún día. Una dulce mañana
de julio, con cien franjas de púrpura y de oro,
me abrazará de nuevo la pálida sultana
que habitara en los sueños de algún príncipe moro.

Favonio en los jardines propiciará un sonoro
estremecimiento: al vernos, se teñirán de grana
las intactas orquídeas; se oirá un alegre coro
de címbalos y liras, y en la fronda cercana,

Pan tocará su flauta, de un milagro incitante,
y la Venus de Fidias se crispará un instante
de inefable deseo; las rosas del anhelo

desprenderánse  en lluvia de lujuria fragante
y la sultana pálida, desceñido su velo,
se enroscará a mi cuerpo como culebra amante.

domingo, 7 de agosto de 2016

Ritmos de vida (Fragmentos)

Tristán e Isolda. Gaston Bussiere.

Felices enfermos del amor bendito
que imposible creen vivir sin soñar,
son los que padecen la sed de infinito
en el poema dulce de Elena y Oscar.

En la hora santa de amor y de vida,
cuando la nocturna sombra auspiciadora
vela sobre el mundo, como su "querida"
morena enjoyada que el rocío llora,

deshojaron rosas desde los balcones
que dan hacia el valle del Silencio, abiertos
para los hambrientos de más sensaciones
que gustaron todos de los desaciertos,

y aun tienen ansias de sentirse ausentes
de su propia carne, lejos de sí mismos,
de palpar los sueños rojos y candentes
sentados al borde de su propio abismo.

En esos balcones, parece que un viento
llega desde el otro lado de la vida
lleno de frescura y enternecimiento,
que hasta la gran pena de vivir se olvida;

se cuajan las íntimas bellezas soñadas
en el linde aguado de la lontananza,
y arriban las suaves brisas perfumadas
que a las almas preñan de amor y esperanza.

En esos balcones del Sueño, suspensos
vivieron cien raudos años de esplendores
cuajados de gloria; cien años, condensos
en un estupendo minuto de amores.

................................................

Elena amorosa de ojos vesperales
y Oscar, de sedosos bucles renegridos,
prestan los motivos hondos y fatales
para que estos versos sean versos vividos;

versos que florecen en la lejanía
de una novelesca dicha ya perdida,
versos en que flota la tibia poesía
de probar la dulce "manzana prohibida".

Después que pidieron a suaves beleños,
las dosis sagradas de ansias inmortales
y, que se empaparon, en hondos ensueños,
de todas las caras bellezas triunfales

que alientan las locas almas juveniles,
enfermas de grandes fiebres incurables,
adoraron juntos las diosas seniles
que auspician los goces tiernos e inefables!

Juntaron los labios, de pasión candentes,
y encendieron juntos, en el templo oculto,
el fuego sagrado de sueños vehementes
y a la Primavera rindieron un culto.

De todos los vasos los vinos mejores
que exaltan, sutiles, los cinco sentidos
e inflaman los besos de los amadores
sobre los intactos senos florecidos...

¡De todos los vasos buscaron el fondo!
Después que pasaron, bebiendo poesía
en el suprambiente de un éxtasis hondo,
que el amor provoca, de sabiduría;

bajaron al césped fresco de delicia
donde la materia sensual se elabora
la carne rosada para la caricia
bajo la ley sacra, bella y pecadora,

que auspicia el engendro, nutre los ovarios,
y es la ley suprema que rige la eterna
sinfonía celeste –ritmos planetarios-
dulce como es dulce la canción materna;

fecunda las secas entrañas de piedra
de negros peñascos y cubre de rosas
los muros inermes vestidos de yedra;
¡y en secreto gesta razas luminosas!

¡Oh amor, por ti se hincha la ubre gigantesca
de la madre Tierra, generosa y buena;
por ti fluye y triunfa la delicia fresca
de la primavera que sube en la vena!

Por ti la paloma que arrulla el boscaje
tal vez al suave calor de un anhelo,
por ti en las cavernas rugen de coraje
panteras en cinta y leonas en celo;

por ti este poema que tiene fragancia
de las olorosas flores en connubio,
cuando la radiosa primavera escancia
el raudal dorado de su polen rubio!

Oscar con Elena vivieron la plena
vida de los sueños, fragante de besos;
lloraron de dicha, cantaron de pena
y amantes probaron todos los excesos.

Pecar es sublime, sagrado y divino,
el amor es cumbre que hasta Dios se eleva;
sólo el que ha pecado cumplió su destino,
manantial perpetuo de la Vida Nueva.

Bendito mil veces el sacro minuto
de arrojar al surco chispazos de vida,
¡bendito el pecado, bendito es el fruto
de la milagrosa manzana prohibida!

................................................

Y en una mañana de las más hermosas
llegó la cruel hora de la despedida:
el barco ligero de velamen rosa
se perdió en la bruma llevando la vida.

Llevando la Elena de ojos vesperales,
la que reina y maga del amor, solía
abrir los balcones de sueños astrales
y matar a besos la melancolía.

El recuerdo queda de lo así vivido
como una columna solitaria y trunca ...
Una azul mañana Elena se ha ido
y tal vez no vuelva, ya no vuelva nunca.

                                                 1917.