jueves, 11 de agosto de 2016

El maestro

Stella Mezzadri.

Sobre la obscura loma y en el seno baldío
de la noche, el maestro prendió lumbre de amor;
las tristes mariposas del sueño y del hastío
llegaron una a una sedientas de fulgor.

De pulsaciones áureas, sobre la obscura loma
su lámpara era como corazón del capuz...
y a los pies del maestro cayóse una paloma
que extraviada anduvo por la noche sin luz.

A poco, muy cansada, llegó una cierva, mansa
perseguida en su fuga de incógnito pavor,
y que viera en la loma la encendida esperanza
con que velaba a solas el Sabio del amor.

Después, los hombres vieron que en el seno baldío
de la noche, el maestro levantaba su luz
y en el alba, los hombres ateridos de frío,
clamorosos llegaron en loca multitud.

Desventurados hijos de la noche: al más pobre
de los pobres mortales -les dijo- ¿qué pedís?
-El misterio nos pasma con su humedad salobre
y de miedo y de frío nos venimos a ti.

El piadoso maestro, desgarrado de pena,
en voz bajo murmura: Es tan grave el dolor
de vivir en tinieblas que el misterio envenena,
pero el que dan las luces es diez veces mayor.

                                                             1919.

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