Pavonia, 1859. Lord Frederic Leighton.
A Iluminada
En un álbum, escribe en cuartetas
su florida alabanza el poeta,
a la virgen de ojeras violetas
y de rostro de rosa mosqueta.
-Tu pupila atesora y la enluta
la nostalgia de tu alma impoluta:
tu pupila, que finge una gruta
secular, de la noche absoluta...
Del lejano país del cariño
donde mora el flechero dios-niño,
vinieron dos palomas de armiño
a hacer nido bajo tu corpiño...
La brisa tus guedejas desata
por tu pálida nuca de plata
que es, a modo de una luna llena,
sueño, azucena...
Y una grata delicia que mata,
sangra de esa tu boca escarlata:
¡quién sufriera la dulce condena
de morir de su miel que envenena!
Quién pudiera bajar a la gruta
secular de tus ojos, que enluta
el misterio, a llevar la impoluta
claridad de una gloria absoluta.
Y pudiera pedirte la alhaja
oriental de tus ojos, que cuaja
negra luz en diamantes y raja
las tinieblas... pedirte en voz baja,
sin temor a la fina acechanza
de Cupido, que aguza una lanza
y se embosca, por ver si no alcanza
dar oído a la grata alabanza.
1919.
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