Marianne Broome
Purísimo lirio, blanco lirio mío
hecho de sonrisa de amor y de luz;
en la noche suave mi oración te envío
puesto de rodillas, mis manos en cruz.
Y no sé ni dónde te abrirás, fragante
lirio que perfumas mi imaginación,
pero soy tu extático devoto y amante,
tú haces de mi vida, arte y religión.
Por ti esta nostalgia de dulzura antigua
que en versos rosados me hacen suspirar,
por ti siento a veces la ansiedad ambigua
de llorar a mares y... beber el mar.
Eres flor de un alma que está triste y sola,
por quien sufre mi alma, loca de ansiedad:
tus pétalos tienen pálida aureola
que hasta mí difunde tenue claridad.
Hace veinte años, salió una mañana
llena de perfumes y de tornasol,
mi reina sabina, con su caravana,
rumbo hacia tu oasis de vida y de sol,
portando en la giba de sus dromedarios
oro de mis versos, miel de mi canción,
sueño y esperanza de mis incensarios
y las piedras rosas de mi adoración.
Hace veinte años que mi sueño, errante
caravana blanca de mi devoción,
te busca, mi lirio remoto y fragante,
blanco lirio, lirio de corazón.
Ignoro qué clima, qué región remota
tu perfume aspira, purísima flor;
a mi alma llega tu fragancia ignota
y a tu nombre digo mi oración de amor.
¿Es tu principado la Groenlandia fría?
¿En tu savia llevas sangre de mujer?
Soñador perpetuo, ¿te hallaré algún día,
lirio inmaculado que adoro, sin ver?
En mi misma vida tu raíz se esconde,
flor insigne y rara, lirio del amor,
y tú, lirio mío, te abres no sé dónde
para que de hinojos te ame un pecador.
¿Abres tu corola de luz y sonrisa
al sol de la India o Suecia de tul?
¿Eres de la España sonora y castiza,
o vives a orillas del Danubio azul?
¿Cuándo he de besarte, blanco lirio mío,
con sed infinita de fragancia y luz?...
Yo no sé si existes: mi oración te envío
puesto de rodillas, mis manos en cruz.
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