Magdalena, Andrea Vaccaro.
¿Quién es esa mujer, hermano mío,
de quién hablas temblando de coraje,
por quién sufres luminoso desvarío
y padeces por ella todo ultraje?
¿Quién es esa mujer?
cuyo amor doloroso
te vuelve más hermoso
de tanto padecer,
la que con luz de estrella
tu senda oculta lava
y de la que, por bella,
el infame se alaba.
¿Quién es esa mujer?
Ella ama a los varones perseguidos, no vencidos ni en los negros reductos de la suerte:
la eterna Magdalena de los dulces y serenos Nazarenos de amor, de rostro triste;
la que ama a los soldados mutilados, de la luz y de la vida, más fuertes en la muerte,
que en los flancos, presentan como rosas sus gloriosas heridas, en señal de heroico embiste...
-Por eso en ti se ensañan: te blasfeman, te maldicen los que nunca, ya nunca han de vencerte:
Es ella hermano mío
por la que sufres tanto;
de águila es tu brío
y es de león tu llanto
cuando de tu querida
los infames se alaban
y emponzoñan tu vida,
mordiéndola de envidia
y nunca, nunca acaban
su oficiosa perfidia.
A tu amor imposible
los Judas ponen precio,
la integridad punible!
Deja Pilatos necio:
te azuzarán jauría,
te alzarán en la cruz
como a Jesús un día
por profesar la luz:
manantiales rojos
las lanzas te abrirán,
te sacarán los ojos,
ya los cuervos están...
Hermano mío, espera
la hora de la tormenta
la piedra que oprimiera
tu cuerpo por afrenta
tu Amada aventará;
ya ha de venir el día
de la justicia, lenta,
muy lenta, mas vendrá;
en tanto, siempre espera
tu imposible Princesa,
y alza negra bandera
sobre la Fortaleza
de tu serenidad:
Oh hermano, tú amas la libertad.
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