Young woman at piano, Julius Leblanc Stewart.
Desmayos de mariposas
en las rosas,
arrogantes lirios albos que se inclinan de tristeza,
catarata de recuerdos, de perfumes, de auras suaves,
de suspiros olorosos escapados de jardines
señoriales;
más sutil que la caída del jazmín y del rocío, que el idilio de las hadas,
y el ensueño de las aves
bajo el velo verdioscuro de los viejos naranjales;
mil nostalgias que se citan dentro del alma, de las íntimas congojas
que acribillan de pesares...
Asimismo:
luz ambigua de la "boheme" luna incierta,
que se filtra en lo más hondo de mi abismo;
languideces de violetas que están pálidas de sueño sobre el púber
pecho níveo de una muerta...
Asimismo, "Serenata de perfumes", la de Schúbert;
los recuerdos que se agolpan, los suspiros desgarrados;
y perfumes de otros tiempos para siempre ya perdidos;
el sollozo puesto en solfa con la música del ruego;
los fantasmas que se mueven de los sueños más queridos;
los anhelos que reviven en las chispas armoniosas del teclado;
¡insepultas ansias muertas que una a una resucitan!
Juveniles esperanzas saturadas de fragancia de azucenas,
que aun palpitan
en las hondas puñaladas de las penas
que dejaron en el alma los propósitos frustrados;
suaves ondas de armonía
con que vuelan las sonoras aves blancas del ensueño,
titilantes aves puras, primogénitas del día,
que alientan la esperanza de la audacia y del empeño.
...Y una sombra que se acerca,
cuyo rostro no olvidamos tras los años todavía.
¡Oh! la amada que soñábamos llamarla "siempre mía"
y ha bajado hasta la tumba con el beso prometido
sobre el labio, de capullo bendecido:
¡Oh! la muerte que, celosa, lo más puro y lo más caro de los sueños arrebata.
¡Oh! ¡la luna, "boheme" blanca,
soledad, viudez de plata!...
Serenata evocadora
de las góndolas de nieve, do viajaban las desnudas ilusiones,
con velámenes de espuma, remos rosa hechos de aurora,
y cantaban las canciones de las flores y la flor de las canciones.
¡Serenata evocadora de ternuras,
de más dulces horas dulces que se fueron con los goces florecidos,
de crepúsculo enredado por los glaucos olivares,
y gaviotas que agonizan en las peñas de los mares,
y sollozos de cautivas esperanzas,
y hambre y sed de lontananzas...!
Auras frescas, que despeinan,
en la espera inenarrable de sus pálidos amados
cabelleras olorosas de princesas pensativas
y fecundan a las almas de mil ansias redivivas:
un amor a lo imposible que florece en las brumosas lejanías
de albos tules;
una música de aromas en los clásicos jardines
de purpúreas clavellinas y campánulas azules,
de nevados floripondios y jazmines...
Todo eso,
virgen mía, tiene un tibio dolor viejo
con olores de algún beso
deshojado, allá en la infancia, cierta lila tarde mustia;
Schúbert llora;
se arrodilla, ruega, implora,
se revuelve por la sala, sobre sábanas de angustia
desgarradas en jirones a los golpes de tu mano,
¡qué divino loco humano!
¡Mas no toques, virgen mía, que algo sufre, que está enfermo!
¡que padece un dolor yermo
tu piano, tu piano...!
Villarrica, 1918.
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